facebookleaks

 

lo que oculta facebook

 

Recientemente nos ha trastornado la publicación de las prácticas ilegales de la empresa Cambridge Analytica por la obtención ilícita de los datos de más de 50 millones de personas a través de la red social Facebook, que podrían finalmente ser 87 millones según revelaciones del propio Mark Zuckerberg, lo que ya se ha conocido como el caso Facebookleaks. Sólo 270.000 de estas personas dieron permiso explícito para que se hiciera uso de sus datos y además, teóricamente, con fines puramente académicos. Al resto, hemos de llamarle robo.

Facebook admite su error al no limitar los requerimientos que terceras partes, las famosas apps, exigen a sus usuarios. Pero el daño ya está hecho, y nos debe servir para tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad en la red y de la importancia de cuestionar qué confianza nos dan las empresas que hay detrás de los servicios que utilizamos diariamente.

El uso que hacen de nuestros datos empresas como Facebook va mucho más allá de taladrar hacernos con publicidad: pueden llegar a condicionar, y lo están haciendo, nuestra opinión e incluso nuestras opciones de voto, tal y como explica Yuval Noah Harari en su libro «Homo Deus, una breve historia del mañana» (Ediciones 62 / Ed. Debate por versión castellana): «Facebook podría decirte que en Oklahoma la carrera entre republicanos y demócratas es especialmente reñida, Facebook podría identificar los 32.147 votantes que todavía no se han decidido, y Facebook podría determinar qué necesita decir cada candidato para decantar la balanza«. Si esto resulta flipante, el hecho de conocer que esto ya se ha hecho, y que lo ha hecho una empresa de terceros con datos obtenidos sin permiso explícito, nos tiene que hacer reaccionar.

El mismo libro menciona un estudio encargado por el mismo Facebook y realizado con 86.220 personas voluntarias, que desvela cómo el algoritmo de Facebook está resultando ser más eficaz juzgando las personalidades y temperamentos de nuestra gente cercana (amigos, familiares y cónyuges) que nosotros mismos: «En pocas palabras, si has clicado trescientos ‘Me gusta’ en tu cuenta de Facebook, el algoritmo de Facebook puede predecir tus opiniones y deseos ¡mejor que tu marido o tu mujer!«. Y esto es un gran reclamo para empresas que desean ofrecer publicidades orientadas con eficacia a públicos objetivos correctamente segmentados, pagando lo necesario por ellas, sobre todo en torno a fechas como el Black Friday. Esto demuestra que, a sus ojos, somos pura materia prima.

Recordemos además que Facebook es propietaria de Whatsapp, y que la combinación de los datos de las dos puede ser explosiva. A pesar de haber mejorado en cuanto a privacidad desde que whatsapp encripta de extremo a extremo los mensajes (medida que nos puede parecer más marketiniana que garante de nuestra seguridad si tenemos en cuenta que se le encontraron vulnerabilidades a los pocos días de ser implementada), nuestros hábitos comunicativos (cuando y a quién escribo, cuánto tiempo paso mirando whatsapp o facebook, cuántas veces al día consulto estas redes,…) son igualmente jugosos y comprometen nuestra privacidad de manera similar. A nadie le gusta que ningún vecino le controle cuándo entra o sale de casa o qué hace dentro…

Están jugando con nosotros desde la llamada post-verdad y desde la manipulación, porque los usuarios de una empresa de tal volumen no somos más que números. No hay un vínculo real, no hay un trato de persona a persona, no tienen ningún interés en cada persona usuaria como tal, sino en el rédito que pueden obtener de nosotros y nosotras.

Los límites legales ya se están sobrepasando, pero hay que revisar los límites éticos, sobrepasados ​​mucho antes de la reciente filtración. Y hay que recuperar los vínculos de confianza con quien nos facilita nuestra actividad. Difícilmente macroempresas sin códigos éticos ni prácticas que no busquen nada más que el propio beneficio podrán ganarse nuestra confianza.

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